Nuestra Ministra de Defensa, Sra. Chacón, anunciaba recientemente que las tropas españolas destinadas en Libia con motivo de su conflicto armado, aunque con funciones puramente humanitarias, se encontrarían en España antes del 31 de octubre.
Pero, las coincidencias aunque sean las meramente temporales, nunca son casuales sino causales, por lo que nos vemos necesitados a desenvolver de nuestros recuerdos, y fue ese día aunque del año 1978, cuando las Cortes constituyentes aprobaron nuestra constitución.
Tras la aprobación de la constitución del 78, se implantó el sistema de partidos, al tiempo que abrieron las puertas grandes de las instituciones internacionales con el fin de que España se integrase en ellas como sujeto de pleno derecho, es decir, como titular de derechos y deberes.
Ello impone el deber de que España haga respetar, no sólo el derecho a la vida de las personas, sino también el derecho a su dignidad, para lo cual deberá ejercitar cualquier tipo de acción que fuera procedente, independientemente de cual sea la condición o rango del sujeto, tanto del afectado como del afectante.
Principio que no pasa de ser una mera formulación programática, de buenas intenciones, ya que carece de todo valor coercitivo, lo que implica que nadie puede demandar su cumplimiento, pues de no ser así podríamos preguntarnos ¿cómo es posible admitir la bárbara ejecución de Gadafi?
Y decimos esto, porque nuestras tropas han contribuido con su presencia al derrocamiento de un régimen dictatorial, y esta participación se ha sufragado con nuestros impuestos, por lo cual el sentir y parecer del español medio es trascendente. Pues éste, no quiere permitir, ni contribuir al establecimiento de regímenes que no fuesen democráticos, y menos que no respeten la dignidad humana.
Pese a ello, tanto el Gobierno de España como la oposición capitaneada por Rajoy, que apoyaron el derrocamiento, y nos argumentaron que era necesario e imprescindible practicar en esa intervención con ejemplo democrático, tenía que haberse garantizado la toma viva del prisionero y que fuera el tribunal Internacional de Justicia quien le juzgará, y en su caso le condenara o le absolviera, pero siempre que se pudiera defender.
Sin embargo, el deleznable acto de la ejecución sumarísima, sólo ha obtenido de nuestros responsables políticos un silencio sepulcral , ninguno ha hecho una denuncia diplomática ante el responsable internacional de la invasión, ni se ha interesado la detención de los autores del magnicidio, ni ha instado la convocatoria de la Diputación Permanente del Congreso para expresar la repulsa más enérgica por el hecho y menos aún por el comportamiento festivo de la responsable de exteriores del imperio americano, Sra. Clinton, quien pasó a los anales de la historia con una frase desafortunada el << llegamos y está muerto>>.
Tenor el de esta expresión de amplio calado, ya que cabe inferir que era falsa la intención que se expuso para justificar nuestra intervención, pues resulta tan claro que el fin fuera la protección de los civiles ante el hacer del Dictador Gadafi, ni que el fin fuera ponerlo a disposición del Tribunal Internacional Penal, sino que el verdadero interés de los aliados, entre ellos los españoles era la simple exterminación de aquél, como queda plasmado en la exhibición pública de su muerte, e incluso en la sodomía con palo a la que fue sometido, es decir, de nuevo ha saltado a la palestra la vieja pica con la cabeza clavada del vencido.
Por ello, se nos debe explicar en estos momentos de campaña, que tipo de alianzas internacionales se postulan, la de aquéllos que pactan con bárbaros anti demócratas y con quienes aplauden tales hechos, o sólo con miembros civilizados y partidarios de un Estado Universal sometido escrupulosamente al imperio de la legalidad.